Como órgano vital de la fisiología de las personas, el corazón representa un elemento fundamental en la vida humana y forma parte de la representación visual en casi todas las regiones del mundo.

Al músculo más importante que tenemos se le relaciona, más allá de su función básica de bombear la sangre que corre por nuestro cuerpo y permitir las funciones vitales del cuerpo, con las emociones más profundas, con el alma y los sentimientos afectivos… también con la fuerza y el temple.

Por ello es que en las civilizaciones prehispánicas del continente americano se le daba importancia a este órgano y se entregaba en ofrenda a las deidades a través de sangrientos ritos. Pero han sido muchas otras las culturas que han adoptado este símbolo cuya imagen ha sido estilizada hasta perder semejanza con la forma real que este elementos fisiológico contiene.

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Griegos, egipcios y romanos fueron otras culturas de la antigüedad que le dieron importancia a esta imagen, pero fue hasta la Edad Media de Europa, cuando ya estaba instaurada la fe cristiana de manera clara,  que se le dio un verdadero sentido metafórico al corazón para relacionarlo con el amor, la bondad y demás virtudes que los seres humanos son capaces de poseer y expresar.

Fue en siglo XIII que se usó, en una novela literaria francesa, una ilustración que muestra a una mujer que ofrece a su ser amado una pera que representa un corazón y, con él, el afecto.

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Y fue hasta la época victoriana, en la Inglaterra del siglo XVII, que comenzó a consolidarse el uso de este símbolo en imágenes de felicitación a propósito de la celebración de San Valentín. A partir de ahí, este símbolo comenzó a estilizarse primero con lazos y adornos y después se simplificó su imagen para contar con la acostumbrada y rojiza apariencia que hoy posee…

Beko Valentines Day – 2018, por Onur Demir