Muchos podrían llegar a pensar que el artista representante del surrealismo Salvador Dalí, vivía plenamente y sin complicaciones económicas gracias a sus pinturas o esculturas, pero la realidad es que así como muchos otros artistas, Dalí sobrevivía gracias a la solicitud comercial de grandes organizaciones, además de vender algunas de sus obras.
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No vivia mal, eso muchos ya lo saben, siempre vestía de traje, se codeaba entre las grandes celebridades de la época y viaja por todo el mundo, pero además de trabajar por su cuenta y plasmar su sello característico surreal, también es verdad que parte de sus vienes provenían gracias a los encargos de las grandes compañías.
Es normal, todo artista desea el reconocimiento y la fama, y a pesar de que muchos defiendan su postura ante su trabajo y estilo de vida, la verdad es que de aire no se vive y él lo sabia a pesar de su gran talento.
Desde una gran temprana edad su carrera gozó del reconocimiento necesario para que diversas compañías solicitaran sus servicios, otorgándole, naturalmente, recompensas económicas que sus obras no comisionadas no podían igualar.
Además de diseñar el icónico logotipo de Chupa-Chups y un par de portadas para Vogue, entre muchas otras colaboraciones, Dalí participó en la dirección de arte de una sesión de fotos para Playboy.
Fue para una edición sementera de la revista para la cual él accedió a trabajar, mientras que el fotógrafo Pompeo Posar se encargó de documentar la serie en la que se ve a varias playmates en escenarios surrealistas creados por Dalí. Las estética del shooting hace un poco de referencia a In Voluptas Mors, obra personal que también gira en torno a la sexualidad, uno de los temas favoritos del pintor.
Mientras que algunos criticaban su trabajo y su forma de venderse y no respetar la vida artística bohemia, el artista se limitó a decir: “El significado de mi trabajo es la motivación de lo más puro – el dinero. Lo que hice para Playboy es muy bueno y la paga es igual a la tarea.”
