Diseñar la imagen para unos Juegos Olímpicos debe ser para cualquier diseñador el pináculo de su carrera: exposición global y mediática, aplicaciones sobre objetos que nunca imaginamos y la experiencia de ver cómo tu creación es reconocida en prácticamente el mundo entero.

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Al mismo tiempo representa un uno de los retos más grandes, comenzar convenciendo al Comité Organizador y al Comité Olímpico Internacional antes que salga a la luz para ser criticado vorazmente por la comunidad del planeta. Debe estar perfectamente empatado con la identidad de la ciudad sede, de sus ciudadanos, de su cultura y costumbres. Con el tiempo, los conceptos se han ido haciendo cada vez más abstractos, mientras sus presentaciones se convierten en actos protocolarios donde hay que hablar de ellos, un escaparate perfecto para que se puedan justificar los porqués de cada una de sus formas y colores.

Este tema viene a colación porque en julio se presentó la imagen de los Juegos Olímpicos de Tokyo 2020 diseñado por Kenjiro Sano. Un minuto después la gente ya estaba hablando de ello, primero en Twitter, después en Facebook hasta que llegó a los blogs de noticias y análisis.

tokyo2020logo

Sin embargo, y a diferencia de otras presentaciones, la conversación de este logosímbolo giró más alrededor de la justificación que dio el comité organizador de cada uno de los elementos que la conforman.

En mi caso, cuando lo vi primera vez, me llamaron la atención cuatro cosas:

1 La imagen retro, muy estilo Bauhaus. Posteriormente me enteré que se había pretendido hacer una imagen representando a una ciudad moderna. Perdón, no entendí.

2 La letra T de Tokyo, cuyo brazo del lado derecho parecía como si se hubiera caído y quedado de cabeza, de tal forma que más bien se entiende como una letra L. El comité no habló de ello.

3 El Sol Naciente, la figura emblemática del país Nipón, equivalente a lo que es para Canadá la hoja de Maple o para México el águila devorando a la serpiente, la compararon con los latidos de un corazón. Demasiado abstracto y rebuscado.

4 Finalmente, el asta color negro, que puede prestarse a demasiadas explicaciones: la solidez, contundencia, seriedad y disciplina, valores que empatarían perfectamente con el país sede, sin embargo, se explicó como la unión de todos los pueblos, representados en el color negro, que es la combinación de todos los colores, un concepto muy familiar para los diseñadores, pero dudo que para la mayoría de la gente sea tan obvio. Otra vez no entendí, porque generalmente el negro se presenta como algo negativo (no estoy siendo ni racista, es el cliché social, algo muy difícil de cambiar con un logo).

A todo esto, puedo decirles que personalmente, cuando lo vi por primera vez me fue bastante agradable a la vista, pero al escuchar la explicación tan forzada y hasta falsa hizo replantearme si era necesario tanta.

Un buen logo se justifica solo, no es necesario que venga acompañado de explicación, o en su caso, veríamos en cada McDonald’s el doble arco amarillo con un texto abajo que dijera: «Estos arcos forman la M de McDonald´s y con ello te damos la bienvenida».

¿Suena ridículo? Lo es, y a ello me pregunto: ¿realmente era necesario justificarlo, explicarlo para que se entienda a la fuerza? ¿Si no hubiera existido explicación alguna, tendría el mismo impacto en la sociedad?

Diseñador gráfico con maestría en diseño editorial por la Universidad Anáhuac y con cursos de Publishing en Stanford. Actualmente dirige MBA Estudio de Diseño, dedicado al diseño editorial, identidad y publicitario, además de realizar scounting y contratación de talento de diseño para diferentes empresas. Es profesor en la Universidad Anáhuac y la UVM. Le gusta la caligrafía, tipografía, la música y la tecnología.