Antes y durante el siglo XVII Los consumidores y clientes tenían una atención personalizada. Ejemplo, la necesidad de sentir calor en el frío invierno se esta satisfaciendo lo fisiológico. Lo que nunca Maslow pensó, fue que una misma necesidad puede alimentar las otras necesidades. Al protegerse del frío (necesidad de seguridad) también existe la satisfacción de la necesidad fisiológica (necesidad de supervivencia). No era necesario buscar que tenía o no tenía calidad en aquella época. Digamos que todo era tan bueno como quisiéramos hoy en día. La empresa cumplía con las exigencias de una manera personalizada del consumidor y cliente final. ¿Competencia? Si, pero igual…tan leal como nos hubiera gustado hoy en día.

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Durante los siglos XVIII e inicios del XX, la Revolución Industrial las empresas olvidaron uno, dos o los tres factores que permiten que una organización o institución exista.

1. Capital social (consumidores y clientes finales)
2. Capital humano (dirigentes y embajadores de la empresa)
3. Capital económico (activos y márgenes)

En pocas palabras, una empresa no puede existir si no hay consumidores, por lo tanto no hay activos ni utilidades. El consumidor puede existir, pero no prolongar su vida si no hay instituciones, quienes le puedan proveer lo que el capital social demande o exija. [Por otro lado sin que existan los proveedores uno al ser consumidor puede ser productor. Prosumers, herramienta de generación de experiencia de marca] Regresando al tema… Ni siquiera hablemos de dinero, sino de trueque, intercambio comercial. Mucho menos el capital humano puede existir si no hay capital social, quien pueda realizar intercambios comerciales.

Había comenzado la época de sobresalir y ser competitivo; de tener alma existencialista y ecologista. Éticamente hablando el cliente ya no era importante: “si lo quieres cómpralo”. Las instituciones cumplían con la ética emotivísta y ultiritalista.

En esta revolución fue exactamente lo que sucedió. La industria fue creciendo gradualmente que la producción para los consumidores o clientes finales ya no era personalizada, ya no era con atención, ya no era cubrir las necesidades del capital social. Sino cubrir los costes y preocupación que la industria pesadillaba. La compra-venta personalizada había llegado a su fin y había iniciado la producción en masa.

Una producción era la misma para la alta sociedad como para la de baja. Un granjero y un empresario podía tener un Ford de Modelo T. Era lo mismo para todos. Ford nunca entendió el valor de sus clientes, pero General Motors si.
General Motors entendió y aprendió que no era tan importante producir por producir. Sino ofrecer las demandas de sus consumidores. No importaba en cuanto tiempo se producían mil automóviles. Al menos para Ford si importaba. Para General Motor importaba más los aspectos, psicográficas, demográficos y geográficos de sus consumidores. Dándole gusto a todos con diversidad, personalidad de sus productos y experiencia.

Con este ejemplo de diversidad la clase social alta comienza a marcar un margen de elitismo, individualismo, y hasta de discriminación. Lo que manejas, lo que comes, lo que vistes habla de ti. A mediados del siglo XX (Pos-Revolución Industrial) Era imposible pensar que un Ford Modelo ‘T’ era para el C.E.O. de una empresa y que un Buick era para una clase trabajadora del campo. Ya las etiquetas eran más que notorias.

Los círculos sociales eran diferentes por el margen de .ganancia, por ende alto margen de compra. En pocas palabras un consumismo que iba más allá de una simple necesidad básica (fisiológica), la cual era transportarse. Sino marcaba un estatus de vida inspiracional y aspiracional para los que identificaban bien sus necesidades. Las necesidades de Maslow habían perdido su fin.

Era un simple capricho o hedonismo. Empezaba la era de aliviar penas a cambio del consumo. Era la época de ser alguien en la sociedad. La pelea y carrera por marcar huella era incondicional. Era subirse al ring y pelear por un nivel de estatus, de una aspiración.

Las marcas comprendieron lo que pasaba en la sociedad, muchas de ellas se etiquetaban a si mismas como proveedores de una o diversas clases sociales y de comportamiento. La sociedad había perdido la ética y sus valores por una posición social. Por un individualismo. Las marcas engañaban a sus consumidores con una publicidad falsa y slogans. Era muy fácil vender, es decir era muy fácil engañar al consumidor. Las marcas solamente se enfocaban en B2B (Business to Business). En resumidas cuentas tenían el enfoque del producto.

Fui concebido en 1981, nacido a principios de 1982. Soy de una generación que al nacer no existía el internet, pero si Siempre en Domingo. No era bizarro pedir ‘aventón’ y eso que soy de Chihuahua. Me apasiona el arte de aprender y desaprender paradigmas y romperlas. Busco inspiración en lo sensible de la naturaleza y lo sorprendente de lograr lo imposible en posible. Soy fan de la flexibilidad de la adaptación en mi vocación y persona. Adoro el buscar un espacio y en cualquier oportunidad colocar sobre la espalda una mochila e irme para buscar esa inspiración.