Segunda parte de Vivir del Diseño


Durante la universidad mis amigos y yo quisimos poner nuestro despacho de diseño. Acariciar la idea de tener nuestras tarjetas de presentación con nuestro nombre y el puesto de director general parecía ser un adelanto de una vida llena de éxitos. De la nada, nuestro despacho ya estaba compuesto por 3 directores generales, 3, gerentes de área, 3 diseñadores, 3 serigrafistas, 3 administrativos. Éramos sólo 3 que hacíamos todas las funciones, pero a su vez no existían secretarias, recepcionistas, mensajeros, personal de limpieza o de mantenimiento.

El futuro que se construía en ese pequeño cuarto con techo de lámina, un restirador y un equipo de serigrafía no duró mucho. No se podría catalogar como un fracaso, porque la cantidad de enseñanzas que sacamos de aquello resultaron efectivamente no en un adelanto, sino en una pretemporada que nos prepararía para el siguiente paso.

Un intento más, ahora en solitario, fue el segundo partido en el que pude probar fuerzas y medir capacidades para iniciar un negocio propio. Con proyectos independientes terminé esclavizado de mi cliente y trabajando dentro de sus instalaciones como freelance. Ahí conocí a mi socio, quien me invitó voluntariamente a fuerzas para probar suerte juntos. Él era publicista, un experto en relaciones públicas, lo cual terminaría compensando todas mis taras: mi incapacidad de relacionarme, de autopromocionarme, de cobrar, de vencer la tímidez que muchas veces había sido un obstáculo tan fuerte que me había cerrado puertas donde yo ni siquiera sabía que existían.

Ya en una nueva oficina y con aires renovados emprendíamos esta aventura, habiendo adquirido nuestra arma más poderosa: experiencia. Ahora no solo sabíamos diseñar, también sabíamos cobrar y mejor aún, entendíamos cómo funcionaba la relación empresa-proveedor, qué necesidades tenía el mercado, y la receta desde cómo hacer los primeros acercamientos, hasta a qué persona debíamos dirigirnos para ofrecer nuestros servicios. Aún así seguimos aprendiendo. Este proceso de relacionarnos en los negocios es demasiado grande y seguramente nunca terminaremos por conocerlo hasta los huesos.

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Hoy en día, gran parte de las universidades ofrecen dentro de sus planes de estudio no sólo el conocimiento exclusivo de la carrera, sino conocimientos de administración, de contabilidad y legales para —si bien no suelen ser tan prácticos para esta etapa—, dibujar un panorama mucho más contextualizado de lo que se requiere para iniciar nuestra vida laboral directamente como emprendedores.

Sin embargo, si me preguntan, considero que resulta mucho más fructífero iniciarse primero en el ámbito de empleado para entender nuestra industria. Trabajar para una empresa, un jefe, y entender la escalera de mandos, la toma de decisiones, las relaciones laborales, el manejo de servicios complementarios como el trato con proveedores, y si se tiene la suficiente hambre, de tratar con clientes, de hacer negociaciones desde un ámbito más seguro como un empleo donde la inversión no es nuestra, es más segura.

Puede resultar una ruta mucho más lenta y tortuosa para algunos, especialmente para aquellos cuya alma libre se siente más encanchada en su entorno, que tiene la personalidad y cualidades innatas de un emprendedor, de alguien que seguramente ni siquiera se molestó en terminar de leer estas líneas porque le resultó en una pérdida de tiempo mientras podría estar planeando su entrada por la puerta grande.

Pero es en este ámbito, quizá el momento más difícil, porque pone a prueba nuestra habilidad de autocrítica. Usualmente cuando uno termina la universidad viene de una serie de desencantos y miedo a cambiar de entorno. Más de 20 años siendo alumno por fin uno abandona la escuela y debe recoger todo el aplomo para aventarse a la tarea de encontrar un trabajo o iniciar un negocio.

El enfoque entonces está en las cosas buenas, en nuestras ventajas. Tanto así, que nos cegamos ante nuestras debilidades, que difícilmente tienen relación directa con el diseño. No nos vemos como vendedores, como publirrelacionistas, como administradores, como empresarios. Por ello resulta difícil pasar la marca del autoempleo al de conformar una empresa, la de pagar impuestos, nuestro equipo de trabajo, las licencias de los programas y hasta el teléfono celular.

Dominar el negocio es más allá de nuestras habilidades con Illustrator o poder diseñar un sitio web, es saber todo lo que conlleva iniciar en solitario una aventura para vivir del diseño. Para vivir bien del diseño.

Diseñador gráfico con maestría en diseño editorial por la Universidad Anáhuac y con cursos de Publishing en Stanford. Actualmente dirige MBA Estudio de Diseño, dedicado al diseño editorial, identidad y publicitario, además de realizar scounting y contratación de talento de diseño para diferentes empresas. Es profesor en la Universidad Anáhuac y la UVM. Le gusta la caligrafía, tipografía, la música y la tecnología.