«El diseño es simple, por eso es tan complicado.»

—Paul Rand

Siempre he querido tener el escritorio ordenado. Una de las cosas que busco en Apple y todas las chucherías que compro —como mujer en zapatería— es que mi escritorio se vea limpio. Este fin ha provocado todo tipo de comentarios: me han dicho que nunca habían conocido el escritorio de un diseñador en orden, al igual que ponen en duda mi capacidad creativa, ya que las teorías indican que todo nace del caos. En fin. La cuestión es que aún no logro tener mi escritorio limpio, siempre hay un cable por ahí que no es posible esconder y echa todo a perder.

Apple, al igual que yo, también busca la simplicidad. Ha usado la tecnología para desaparecer cables a costa de nuestra cartera. Un cable puede costar el doble por el simple hecho de que es color blanco. Creó el mouse y teclado inalámbricos, pero aún no encuentra la forma práctica de eliminar el cable para cargarse. Sus nuevas laptops se ven preciosas conectándolas solo a la corriente —están pensadas para que todo dependa de la nube—, pero en mi caso, que debo tener un par de discos duros y una pantalla adicional requiero de tanto cable que no sirve de nada tener un mouse inalámbrico, todo se ensucia de nuevo.

Pero dejemos de hablar de mí. La simplicidad se ha convertido en el fin cuando se trata de tecnología. Bajo esa bandera todo lo novedoso tiende a lo simple. Nadie baja una aplicación a su teléfono esperando tener que leer un manual de instrucciones antes (¿Recuerdan hace un par de décadas, cuando comprabas un programa? Venía acompañado de un manual a veces tan grueso como su hermano extinto directorio telefónico).

Si quieres aprender a usar Illustrator, basta con explotar el internet de tu casa viendo videos de YouTube sin parar sobre temas muy puntuales y conforme van apareciendo dudas. Incluso para armar muebles, la marca sueca Ikea desarrolló una iconografía tan característica que se ha vuelta estándar, un lenguaje universal para armar sillas, armarios y mesas con base en íconos y una singular versión de Homero Simpson. Tan sencillo, que recuerda a la señalización del Metro de la Ciudad de México.

Y en el afán de simplificar todo, nuestro alrededor se vuelve cada día mas complicado. Piensen en una persona de 1965 que de pronto da un salto en la máquina del tiempo y aparece en en 2018. En su época ya había tele, microondas y teléfonos. Si tuviera que subir cosas a la nube de entrada tendría que obtener todo el conocimiento de lo que el internet significa, de cómo una computadora es algo imprescindible para la vida moderna.

Antes, en la época donde todo lo que se descomponía se podía arreglar, era posible pegar la cinta de un cassette dañado con un pedazo de cinta adhesiva (yo lo hice varias veces), antes de decidir que había que comprar uno nuevo y volver a grabar todo desde el inicio. Hoy los aparatos son tan simples que arreglarlos es impensable. Un mouse dañado es mejor cambiarlo antes que desgastarse pensando cómo podríamos siquiera entender qué es lo que está mal.

Lo simple se vuelve desechable, precisamente por lo complejo que implica contar con mecanismos internos que permitan un funcionamiento sencillo e intuitivo. De igual forma, la tecnología requiere que todo el tiempo se esté actualizando. Hoy puedes comprar un teléfono o una computadora nueva, y el mismo sistema operativo te lleva de la mano para hacer la transición informática más sencilla, aunque ello implique que pierdas el control de cómo funciona. Las actualizaciones se hacen de forma automática y en momentos en los que duermes o estás en el baño.

Tan sólo aprender cómo transferir toda la música de la computadora al teléfono y cómo integrarla con iTunes se vuelve un verdadero martirio, tanto, que muchas veces es mejor ponerse flojito y dejar que el sistema haga todo el trabajo, incluso si eso mismo implica que tú debas adaptarte a su forma de interacción. Ya no puedes tener tu información donde quieras, ahora debes colocarla en el folder de Dropbox, OneDrive o iCloud para que se pueda sincronizar.

A final de cuentas, lo simple es tan complicado que la única forma de sobrellevarlo es dejar que la misma industria te imponga sus condiciones y que aceptes jugar dentro de ellas. Todo lo simple es mejor, en tanto no falle, porque entonces arreglarlo se convierte en un problema tan grande, que hubiéramos preferido que nada evolucionara. Se descompone el modem y te lo cambian por otro, entonces debes tener una nueva clave de acceso que ingresar en una docena de aparatos. Puedes tú proponer tu clave, pero si el sistema está de malas, te aparecerá un mensaje de que todo el proceso de detuvo por la clave -094 que nadie sabe qué implica ni cómo se arregla. Dependes tanto de la tecnología que se convierte en irrenunciable y tu vida sigue siendo tan complicada como cuando tenías que cambiar la batería de tu coche tú solo, y debías saber cómo

«Lo simple es igual de complicado que lo complejo, por ello se vuelve un propósito, más que una realidad.» —DesignLifer