Soy moderador de un grupo de diseñadores en Facebook con más de 20 mil miembros. Como pasa en casi todos los grupos grandes los temas suelen ser muy variados y todos los días debo dedicarle cierto tiempo a calmar ánimos, a verificar quejas, borrar posts que violan las reglas, incluyendo uno que otro expulsado.

Uno de los temas más recurrentes son los diseñadores que piden fuentes, libros, recursos y especialmente ligas a programas gratis. A veces unos ofrecen, otras veces solo los piden. Resulta ser uno de los temas más ríspidos con los que usualmente debo lidiar, porque cada post borrado viene con regaños, comentarios irónicos e incluso insultos personales: «Seguramente tú tendrás todos tus programas en orden», «No puedo creer que nunca hayas conseguido una fuente gratis», «eres la viva imagen de la hipocresía mexicana», entre muchos otros.

En cierta ocasión alguien publicó una liga para descargar el Manual de diseño editorial de Jorge de Buen. Fue el mismo Jorge quien le pidió de manera atenta y como es él, siempre en un tono conciliador, que piense si le gustaría que alguien le robara su trabajo. No recibió respuesta.

Por otro lado está una serie de publicaciones recurrentes sobre denuncias a clientes que buscan diseño gratis, a veces a través de solicitudes de empleo, de concursos o abiertamente de quienes piden trabajo especulativo, «solo te lo pago si me gusta». Este tipo de posts reciben gran cantidad de muestras de apoyo y empatía, incluso con memes haciendo mención de los diseños gratis como una plaga que corroe nuestra profesión.

Adobe reportó hace un par de años que México era de los países con mayor número de descargas ilegales de sus programas, mayor incluso a países latinoamericanos con un PIB y nivel de ingresos menores a los de nuestro país. Aparte de los negocios que se dedican a instalar programas ilegalmente, están los particulares que se apiadan de los pobres diseñadores pobres que ni siquiera tienen para sus herramientas más básicas de trabajo. Vivimos en una cultura que ha encontrado en la piratería una forma de vida, porque no solo es en el diseño, es en las películas, la música, y en todas las profesiones

Resulta irónico que condenemos a quienes buscan sacar nuestro talento sin pagar, pero defendamos con tanto ahínco a quienes se hacen de recursos gratis con la excusa de que somos una cultura acostumbrada a esas prácticas, y que no hay forma de evitarlas. Es muy común que las discusiones giren en torno a la autenticidad de estas solicitudes: «es que el diseño en México no da», «tú serás millonario y por eso te alcanza», «no voy a alimentar a un monstruo capitalista como (empresa de programas/editoriales/fuentes/recursos) que se aprovecha de nuestra necesidad y nos quiere cobrar como si fuéramos Estados Unidos».

Los diseñadores tenemos este sentimiento de victimización, nos vemos perseguidos por pagos bajos e injustos, por la falta de seriedad con la que nuestros clientes nos tratan, porque creen que lo nuestro es desechable, se queda en lo «bonito», no tiene el mismo alcance que otro tipo de trabajos, no lo entienden y por lo mismo, no empatan sus expectativas contra lo que están dispuestos a dar a cambio. No soy psicólogo, pero supongo que ello nos sirve de excusa al momento que intentamos hacerlos de recursos viendo la forma de burlar los sistemas.

Existe un ejercicio en el que un vendedor pone un puesto en la calle para vender celulares, a sus compradores potenciales les advierte que son robados. Afortunadamente muchos de los clientes, al saber su procedencia dan media vuelta y se van, otros se quedan, pero son los menos. Bajo esa lógica, alguien que paga por sus programas (que muchos de ellos no son nada baratos, como Creative Cloud de Adobe, que cuesta más de mil pesos al mes) se negará a dar diseño gratis o a bajo costo, ya que tiene compromisos económicos y es sensible al valor de dinero bien ganado; en cambio, quien trabaja con software sin haber pagado por él, no tiene esa necesidad de ingresarla como parte indirecta en sus costos.

Quizá deberíamos prestar un poco más de atención: lo que no nos cuesta, no lo cobramos. El resultado está en diseños baratos y siempre mal pagados y lamentablemente, la mayoría de nuestra industria se maneja así. Ojalá podamos los diseñadores dar pasos a favor de ser legales en todos nuestros negocios: en lo que damos y lo que recibimos.