Como migrante digital tuve que solicitar el pasaporte. Pues sin métodos burocráticos, pero si de aprendizaje batallé en un inicio ingresar a la frontera del mundo digital. Eran los 90s cuando todo mundo hablábamos del internet. Sin saberlo ya existía desde hacía décadas atrás gracias a ARPANET con el soporte de AT&T.
Si. Antes era un intercambio de información de la milicia y universitaria de circuito cerrado. Sin saberlo se iba a ser de manera pública y masiva. El auge de la década del Grunge (90s) contábamos con la hermosa Web 1.0. Sitios de internet horribles, diseños espantosos con velocidad demasiado lenta.
Hablar de kilobytes, megabytes, giga o teras era algo enciclopédico. Un programador… bueno no sabíamos que era ¿programador de qué o qué? Eran como una enfermedad poco común, es decir, había sólo 1 en un millón. Ese bebé va dejando el pañal y madura de una manera exponencial. La Web 3.0 está queriendo dejar el asilo para renovarse y hacer que la sociedad con contacto digital tenga como concepto la Web 4.0. ¿ella se adapta a nosotros o nosotros a ella?
Televisores clásicos de apenas hace 2 décadas son totalmente obsoletos. Dime que tele tienes y te diré que tan pobre eres. Eso es lo que dice nuestro subconsciente cuando entramos a una casa. Si no tienes delgada la cartera por lo menos se te considera como una persona muy conservadora que se rehúsa totalmente al cambio digital y facilitador de transmisión de imágenes.
Hace unos meses escribí sobre el esfuerzo que está haciendo la industria cinematográfica para que la experiencia sea realmente vivencial pues una película 3D ya no hace que sea algo único ni diferenciador. Lo de ahorita es ver una peli 4D. Honestamente es una estupidez pues mejor ve al teatro con actuaciones reales, sentimientos directos, flujo económico local y no internacional.
El teatro ha sido más inteligente pues llevar un tema digital de oportunidad ATL o BTL transportada al contacto directo y sensible de un escenario, cortinas a los costados y asientos ocupadas por ojos, mentes, y oídos sin saber lo que sucedería.
Pixel. Una obra de teatro que comunica sin decir nada. Lo parlante de las actuaciones y sincronización es por la genialidad de la sintonía que como humanos tenemos como dependencia digital. Sutilmente la lluvia de pixeles es la metáfora de la información que nos rodea generando poder si la sabemos utilizar bien. Pero desgraciadamente no es así. La información no nos da poder al menos que sepamos interpretarla y utilizarla.
La música de Pixel para los que nacimos cuando Madonna era Madonna simula la rebeldía de los juegos como el Atari y su competencia. La mixología y su belleza haciendo parientes a lo digital con lo físico; lo estético de lo virtual con lo real.
Por fin había algo decente en mi TV. Pantalla con los pixeles adecuados y que por un momento me hicieron dudar pues con unas chelas en un domingo cualquiera pensé que no me encontraba dentro de mis 5 sentidos. Era el performance, el cual combina lo excelso de un diseño animado con el talento de los actores y bailarines. Mejor me callo y véanlo:

Karl Reich
Fui concebido en 1981, nacido a principios de 1982. Soy de una generación que al nacer no existía el internet, pero si Siempre en Domingo. No era bizarro pedir ‘aventón’ y eso que soy de Chihuahua. Me apasiona el arte de aprender y desaprender paradigmas y romperlas. Busco inspiración en lo sensible de la naturaleza y lo sorprendente de lograr lo imposible en posible. Soy fan de la flexibilidad de la adaptación en mi vocación y persona. Adoro el buscar un espacio y en cualquier oportunidad colocar sobre la espalda una mochila e irme para buscar esa inspiración.